Una joven de 23 años murió tras recibir un diagnóstico de linfoma no Hodgkin. Con tratamiento, tenía un 80 por ciento de probabilidades de curarse, pero la madre jugó un rol decisivo en su fatídico desenlace.
Una joven de 23 años murió tras recibir un diagnóstico de linfoma no Hodgkin. Con tratamiento, tenía un 80 por ciento de probabilidades de curarse, pero la madre jugó un rol decisivo en su fatídico desenlace.
